miércoles, 21 de marzo de 2012

Bonita iniciativa en el corazón de Zaragoza

La Fábrica de chocolate, un centro cultural escondido.
FUENTE: Barrio de Jesús /Paula Figols. Zaragoza
 Dos artistas han recuperado una nave abandonada y la han convertido en un centro artístico único en Zaragoza.
Escondido tras la puerta metálica de lo que parece una fábrica abandonada, en el barrio Jesús, hay un centro artístico único en Zaragoza. La Fábrica de chocolate Teatrospazio (Calle Lourdes 5-7) es un centro de creación, local de ensayo y espacio para distintas actividades creativas.

Dos artistas,
Carla Giampaolo y Karlos Herrero, han recuperado parte de la antigua fábrica de Chocolates Zorraquino (aún queda algún cartel de la empresa y máquinas con las que se hacían los chocolates y turrones) y han creado un espacio cultural alternativo. Tras casi un año de obras, el centro acoge (poco a poco, sin mucha publicidad) distintas actividades artísticas.

Hace dos años, Carla (milanesa de 46 años, actriz, pintora, trapecista, coreógrafa, diseñadora, doctora en Ciencias Naturales, entre otras cosas) y Karlos (donostiarra de 48 años, titiritero, director, escenógrafo) buscaban un local en Zaragoza. Tenía que ser alto (para colgar el trapecio de Carla) y suficientemente grande. “A través de unas amigas conocimos esta fábrica abandonada. Llevaba un año cerrada y estaba muy deteriorada, llena de escombros, basuras, con agujeros en el techo y chocolate pegado a las paredes. Me encantó. Siempre había soñado con recuperar una fábrica abandonada y convertirla en un centro artístico”, cuenta ella.

Las obras duraron prácticamente todo 2011. “Entre los dos, montamos andamios, pintamos, arreglamos el techo, hicimos habitaciones, pusimos el suelo, recuperamos muebles y máquinas, aprovechamos tableros de otra nave abandonada... Fue un trabajo duro”, cuenta Carla. El resultado es un espacio agradable, luminoso y sugerente. La sala principal tiene unos 150 metros cuadrados y 9 metros de altura. El trapecio cuelga del techo y hay un piano, espacio para danza, cuadros, máscaras, títeres, un baúl, viejas máquinas de pastelería... También han rehabilitado una cocina, baños y un almacén.

En julio hicieron una especie de
inauguración para los amigos y los vecinos del barrio que se enteraron, con una exposición colectiva y una serie de actuaciones. Después terminaron las obras y siguieron las actividades. Hay clases de danza, taichi, tango, ensayos teatrales y representaciones para público restringido. El pasado viernes se presentó una nueva Escuela de ludopedagogía.

No hay un cartel en la puerta que diga que ahí está La Fábrica de chocolate ni aparece en las agendas culturales oficiales de la ciudad. “El sitio se va conociendo a través del boca a boca. No es un espacio para fiestas ni actos masivos. Es un espacio de trabajo creativo, de búsqueda. Es un sitio muy especial, con mucho amor y respeto al arte”, apunta Carla.

Pero no es solo un proyecto de Carla y Karlos. “Queremos que la fábrica se convierta en un centro de artistas. Recuperar naves abandonadas como centros culturales se hace en otras ciudades europeas, como Berlín o Milán. Aquí es un modelo nuevo”, explica la creadora.

Siguiendo la estela de su proyecto, otros artistas se han puesto en contacto con la familia Zorraquino para alquilar otros espacios de la antigua fábrica. Un restaurador, un productor audiovisual y un fotógrafo han comenzado a limpiar sus locales. Y una ceramista también quiere montar aquí su taller.

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