Tragacete fue nuestro campamento base durante unos días de descubrimiento de rutas, caminos, polvos, aguas, y diferentes tonalidades: desde los amarillos a los verdes pasando por los azules más variopintos del cielo de una tierra quebrada entre dos regiones que de adentran una con otra.....una contra otra.
La tarde era soleada, caliente...de sol puro y gobernante. Así que nos adentramos para el nacimiento del Júcar....un río humilde,pero con verdaderos rincones preñados de belleza y los de cerca de Tragacete son especialmente singulares.
Nace entre piedras que a tramos son como las de ramblas secas y ásperas, como cañones insalvables por la terquedad asolada desde un sol quebrante.
Subimos el Cerro del Espino y los pulmones se expanden,mientras el corazón se acelera....bajamos cuando la luna, casi en plenitud, ya asomaba su luz por el adormilado cielo.
Dormimos bien, con el cansancio digno de una buena ruta.
Despertamos mejor y nos encaminados hacía el nacimiento de otro río de la Serranía de Cuenca....un río con nombre de ave , el Cuervo. Verdes, cascadas, musgos...un mundo de duendes, sin duendes....una especie de microcosmos de hadas donde la vista descansa y se relaja; el oído reconoce qué es el silencio y el aire sabe a una especie de paz, mientras el tacto parece tocar terciopelo entre la nada que se olfatea desde las entrañas de algo que hoy parece mentira que todavía exista.
Gracias.
miércoles, 25 de agosto de 2010
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